viernes, 25 de noviembre de 2016

Mi pequeño campo de flores

Necesitaba inspiración, un lugar tranquilo donde poder expresar mis sentimientos escribiendo. Me adentré en un pequeño y oscuro bosque cerca de mi instituto. No tenía miedo de lo que me podía pasar, pues me sentía protegida con mi pequeño cuaderno y un bolígrafo. Iba caminando felizmente, oyendo el canto de los pájaros y respirando el aire puro del campo. Cuando escuché un pequeño crujido, era un conejo blanco que corría ansioso hacia lo más profundo del bosque. Lo seguí durante horas, sin rumbo, perdida en aquel lugar. Empecé a correr cuando el conejo comenzó a ir más rápido. No quería perder su rastro, ya que llevaba horas detrás de él. Lo perdí de vista cuando, de pronto, me choqué con un gran árbol. Me quedé sin conocimiento. 

Pasaron varios minutos cuando me desperté envuelta en una pequeño copa de flores. Me encontraba en un pequeño campo de flores. Era un pequeño paraíso que llenó mi mente de inspiración. Me senté bajo un gran árbol, abrí mi cuaderno y empecé a escribir, a reflexionar sobre la vida, ya que poco a poco iba perdiendo la esperanza y necesitaba escribir. Comencé así: “Me encuentro perdida en este pequeño bosque, rodeada de flores, con el alma vacía y la mente llena de historias que contar, pero sin tener valor de hacerlo. Sola, con un bolígrafo y una hoja de papel. Me siento como nunca, libre y a gusto, observando el bonito paisaje y las hermosas rosas. He pensado: ¿no es paradójico? Cortamos flores porque nos gustan y pensamos que son hermosas. Y nos cortamos a nosotros mismos, porque pensamos que no lo somos. Cada uno es como es, con sus defectos y sin ellos. Tienes que aprender a valorarte porque todos tenemos algo que nos hace especiales, como este campo de flores. Cada una de estas flores somos nosotros y aunque las pisoteen, nunca dejarán de ser hermosas”.


Este pequeño campo de flores me enseñó muchas cosas y desde hoy lo visitaré todos los días.

(De 3º ESO)

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